dimecres, 31 de juliol del 2013

WEIL, Simone: "Pensamientos desordenados".

Cristianismo y vida rural




Querido Hipólito:

Cómo ya sabes he estado leyendo Pensamientos desordenados de Simone Weil.
En el apartado, “Cristianismo y vida rural”, afirma que los curas de los pueblos deberían leer fragmentos del Evangelio que tuviera relación con las faenas del campo de una época determinada del año, con lo cual se podría transformar la vida cotidiana, dándole significado divino. De ese modo, el cuerpo del campesino se transforma en el cuerpo y la sangre de Cristo. Hay que labrar y sembrar con el propósito de servir, y no de sacar un provecho. Así pues, en las páginas siguientes, Weil, que como ya sabes, es mujer, habla de cómo sería un pueblo cristiano. La luz del sol se identificaría con Dios y el Espíritu Santo. Y Cristo se transformaría en un Cristo obrero, con quién todos se pueden identificar, el pastor que cuida el rebaño, la madre, el mendigo, el intelectual.
Dice que el sacerdote tiene el privilegio de la eucaristía pero que la labor del campesino no es menos importante; dado que trabaja la tierra él mismo, labrando el trigo y la uva, en sí mismos energía solar concentrada a través de la clorofila, iluminados por el Espíritu Santo solar, se convertirían en cuerpo y sangre de Cristo. Por eso, el sacerdote, cada domingo, podría pronunciar el nombre de tal casa o tal otra, que, mediante su trabajo habrían dado un poco de substancia vital a Dios y a Cristo.
Ese día, los hombres, mujeres y niños de esa casa, patronos y criados, ocuparían la primera fila.Todas las categorías sociales deberían tener un vínculo específico con Cristo y los sacerdotes deberían recibir formación para ello. Todos los pastores tienen un punto de contacto con Cristo en la figura del Buen Pastor. Todas las madres, por mediación de la Virgen. Los mendigos tienen como punto de contacto con él las palabras “Tuve hambre...”. Los estudiantes e “intelectuales” de todo tipo, las palabras “Yo soy la Verdad”. Los que se dedican a la enseñanza tienen en  qué imitarle, puesto que él era el “maestro”. Los jueces se vincularían con él por las palabras “El que esté limpio de pecado que tire la primera piedra”.

Weil también me encanta cuando dice que hay que elegir entre la verdad y la muerte o la mentira y la vida. Y si una persona persiste en no entregarse a aquellos que no son dignos de amor, sin pestañear, a la espera, un día u otro la muerte vendrá a buscarle y verá  a Dios. El que busca dificulta la operación de Dios más de lo que la facilita.

 Esto es  algo paradójico y que posiblemente contega una certeza absoluta, pero por ello no contenga cierta tristeza y pesadumbre para mí. Tener una vida contemplativa, leer, escribir, cuidar el huerto, rezar o dialogar con uno mismo,  comer austeramente, todo eso se me aparece como algo apetecible porque significa estar más cerca de la ataraxia, vivir sin sobresaltos, casi sin emociones, pero también sin angustias. Pero por otro lado, he conocido el amor en este mundo, y no puedo estar de acuerdo con Simone.

Para terminar,  te diré que Weil afirma que nuestro amor a Dios no debe expresarse por iniciativa propia, ha de ser una espera pasiva.
¿Es esto cierto? En tal caso, toda tentativa de amor está destinada al fracaso, y si todos esperamos, ¿vendrá Dios también?, ¿o vendrá cuando estemos muertos? Creo que la espera es estéril. Creo que entonces no para ningún tren. Y si eso ocurre, quizás sea mejor ponerse en medio de la vía, alzar el brazo con autoridad y obligar a que el tren pare y nos recoja... o nos arrolle. Si nos recoge, quizás  habremos encontrado el amor, el amor cotidiano. Si nos arrolla, ni tan siquiera sabremos, a no ser metafísicamente, que estamos muertos. Pueda ser que entonces tengamos el amor de Dios, o su condena por haberle desafiado.
Hasta pronto.
Sophie

BIBLIOGRAFIA:

WEIL, Simone, Pensamientos desordenados, Colección Estructuras y Procesos, Serie Religión, Madrid, Ed. Trotta,  1995 (Título original: Pensées sans ordre concernant l´amour de Dieu, Éditions Gallimard, 1962)

GIL CORDERO, Sílvia, Las desgracias de Sophie (novela inédita)



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